Las últimas noticias han venido destacando que la reducción de los homicidios en Colombia durante el 2014 fue significativa, pues su tasa de 27.8 hpch se situó más de tres puntos por debajo de la de 2013. Sin embargo, esta constatación por sí sola esconde algunas realidades que hay que entrar a analizar. Sin duda hay que reconocer el accionar de las autoridades que han venido golpeando a las organizaciones criminales, en especial en Medellín y Cali, donde se han dado acciones articuladas entre las alcaldías y la policía. A la vez, es evidente que esta reducción ha ocurrido porque las disputas entre bandas han disminuido ya sea por acuerdos entre ellas o porque unas se han afianzado en detrimento de otras.
La FIP analizó las cifras municipales y concluyó que cerca de dos tercios de la reducción del homicidio en el país se explica por lo que ocurrió en las ciudades, entre las que se destacan, precisamente, Medellín y Cali, con proporciones de disminución que superan en casi el triple y el doble a la del país, respectivamente. En este informe se plantea que mientras en Medellín la reducción se asocia con un acuerdo entre Los Urabeños y La Oficina, en Cali ha incidido el predominio de los enlaces de Los Urabeños sobre los de Los Rastrojos. En ambos casos esta suerte de paz mafiosa ha estado antecedida de importantes golpes de las autoridades a dichas organizaciones criminales. Como resultado de esta interacción bajan los homicidios, sí, pero persisten las dinámicas criminales con otras afectaciones sobre la seguridad ciudadana.
También se analizó lo ocurrido en Bogotá, que a pesar de mantenerse con una tasa muy por debajo del promedio nacional, representó en términos absolutos el mayor incremento en el país. Esta dinámica estuvo relacionada con el aumento del sicariato, en lo cual fueron determinantes los enfrentamientos por el control de expendios en barrios periféricos y, en menor medida, las disputas entre estructuras de esmeralderos – narcotraficantes.
Algo más de un tercio de la reducción de los homicidios correspondió a lo ocurrido en los demás municipios. Si bien una parte de ésta podría corresponder a la reducción de las bajas en el marco de la confrontación armada, otra porción es el resultado de leves disminuciones de las disputas por las rentas del narcotráfico y el oro. No obstante, como lo concluyó la FIP en su informe sobre la situación de la violencia homicida en el 2013, lo que bajó por un lado, subió por el otro.
Las dinámicas criminales siguen vigentes y junto con la confrontación armada son las determinantes de que en 148 municipios las tasas superen el nivel de los 54.5 hpch, casi el doble de la tasa nacional de 2014, que como ya se dijo fue de 27.8 hpch. La buena noticia es que hubo una reducción importante de los municipios con estas características ya que en el 2013 fueron 170. Con todo, la conclusión es que los homicidios bajaron levemente pero las dinámicas criminales en torno al narcotráfico y al oro persisten, y las bandas criminales y las guerrillas siguen siendo las protagonistas de la violencia homicida. En buena parte de los municipios más afectados es donde se configurarán los escenarios del postconflicto.