La inclusión de víctimas, migrantes, excombatientes y exmiembros de la Fuerza Pública es un pilar central para la paz. Sin embargo, la magnitud del desafío que enfrenta el país es inmensa.
Más de 9.7 millones de personas han sido víctimas del conflicto armado —en su mayoría desplazadas— y tres de cada cuatro viven en pobreza monetaria. A esto se suman más de 2.8 millones de migrantes venezolanos que aún buscan oportunidades en nuestro país para generar ingresos. En 2023, el 27.8% de la población migrante venezolana se encontraba en pobreza multidimensional, más del doble que la registrada por el resto de la población de acuerdo con la OIM. Paralelamente, más de 12.000 excombatientes avanzan en su reincorporación, aunque el 70% de sus proyectos colectivos enfrenta un alto riesgo de sostenibilidad.
Estas realidades ponen sobre la mesa un desafío urgente: impulsar iniciativas de inclusión socioeconómica que ofrezcan medios de vida dignos, fortalezcan el desarrollo territorial y contribuyan a la construcción de una paz duradera.
La inclusión socioeconómica de poblaciones sensibles al conflicto se ha convertido en una de las principales apuestas del sector empresarial para construir paz en Colombia. De acuerdo con una encuesta realizada por la FIP y la KAS, el 32,7% de las empresas prefiere aportar a la paz incluyendo en su cadena de valor emprendimientos de poblaciones sensibles.
Con esto en mente, reunimos a representantes de siete experiencias empresariales destacadas para conversar sobre aprendizajes y lecciones de poner en práctica la inclusión: ¿qué significa incluir para el sector empresarial?, ¿qué no es la inclusión?, ¿cómo toman las empresas esta decisión?, ¿qué factores facilitan o frenan la inclusión?
Este intercambio de experiencias entre pares se realizó en el Urabá antioqueño, gracias al apoyo de la Embajada de Suecia, en la Reserva Natural Surikí, una empresa familiar que no solo fue el lugar del encuentro sino una experiencia en sí misma de inclusión de jóvenes de la vereda La Pola.
El encuentro puso sobre la mesa dilemas y aprendizajes de empresas que han trabajado con víctimas del conflicto armado, excombatientes, migrantes y comparecientes de la Fuerza Pública. Todas coincidieron en que la inclusión va más allá de la contratación laboral: es una apuesta estratégica por aportar a un entorno más sostenible mediada por el contexto geográfico y sectorial de la empresa, las reglas de juego y la confianza.
Estas reflexiones se recogieron en un documento que muestra que también es posible ser inclusivo a través de compras, encadenamientos productivos, programas de mentoría, capacitación o incluso con el diseño de productos con propósito social.
Los participantes resaltaron que no incluir puede traer costos de oportunidad para las empresas por varias razones. Primero debilita la conexión con sus grupos de interés internos y externos, perdiendo alineación en valores. En segundo lugar, dificulta la retención de talento y aumenta los costos de contratación y capacitación al no aprovechar equipos diversos. Además le resta relevancia y atractivo a las empresas frente a consumidores que valoran la diversidad y la inclusión, y limita el acceso a nuevos mercados, alianzas estratégicas y capacidades para innovar y crecer. Finalmente, afecta la reputación empresarial y reduce la productividad al desaprovechar aportes de poblaciones diversas.
Seis ventajas de la inclusión
Las empresas que le apuestan a la inclusión encuentran ventajas competitivas, mayor estabilidad y legitimidad en los territorios donde operan. ¿Por qué?
Fortalece la competitividad empresarial al abrir nuevos mercados, diversificar proveedores y mejorar la productividad.
Mejora la reputación y genera confianza con comunidades, consumidores y aliados, otorgando licencia social para operar.
Reduce costos de rotación y capacitación al retener talento diverso y comprometido.
Dignifica y amplía las oportunidades de vida de poblaciones excluidas mediante empleo, compras inclusivas y formación.
Contribuye a la paz y al desarrollo territorial al disminuir desigualdades y fortalecer el tejido social.
Lo que muestran las experiencias que participaron del intercambio en Urabá es que la inclusión va más allá de un gesto de buena voluntad. Para las empresas se convierte en una decisión estratégica que genera valor compartido y las fortalece tanto a ellas como a los territorios.
Las experiencias reunidas muestran que las empresas que apuestan por incluir capitalizan una oportunidad para su propia sostenibilidad, porque logran construir confianza, generar estabilidad y abrir caminos de desarrollo territorial en contextos marcados por la pobreza y la violencia.