Noticias / 25 de octubre de 2025 / Tiempo de lectura: 4 min.

Las comunidades indígenas, aliadas del viento: lecciones de las granjas eólicas en Canadá

¿De qué manera puede Colombia abrir caminos hacia modelos de energía renovable que sean innovadores, participativos y socialmente sostenibles?

Mi’gmawei Mawiomi Business Corporation
Mi’gmawei Mawiomi Business Corporation
  • Autore/as
  • Redacción FIP
    Redacción FIP Redacción

Fred Vicaire, miembro de las comunidades Mi’gmaq de Quebec, lidera desde hace cinco años una iniciativa que marca un precedente a nivel mundial. Tres comunidades Mi’gmaq se unieron para crear una empresa con la que buscan participar directamente en proyectos de energía renovable, especialmente en el desarrollo de parques eólicos dentro de su territorio. No quieren ser solo consultadas: ahora son socias, accionistas y líderes de su propio futuro.

La experiencia de la Mi’gmawei Mawiomi Business Corporation (MMBC) se ha convertido en un referente de cómo la transición energética puede traducirse en una oportunidad real de prosperidad para los pueblos indígenas. Por ese motivo, Vicaire fue el primer invitado de una serie de webinars organizados por la FIP, en alianza con Meliquina y Connect EP, con el apoyo de UK PACT (Partnering for Accelerated Climate Transitions).

“Eso es justamente lo que buscamos en Colombia: aliados que quieran aplicar este modelo y desarrollar el primer proyecto de energía renovable con participación accionaria comunitaria”, explica Juan Dumas, cofundador y socio de Meliquina. (Conoce más de este proyecto AQUÍ)

La chispa empresarial

El territorio Mi’gmaq está conformado por dos grandes golfos conectados por un extenso bosque. Allí habitan las comunidades de Gesgapegiag, Gespeg y Listuguj, que reúnen a cerca de 6.000 miembros, dedicados principalmente al comercio de madera, la caza y la pesca.

La frustración por no tener participación —ni beneficios reales— en los proyectos de energía renovable que se desarrollaban en Quebec, fue la chispa que impulsó a las tres comunidades a crear su propia empresa. “Comprendieron que, si enviaban un mensaje conjunto, tendrían más posibilidades de lograr un acuerdo. Además, entendieron que el desarrollo eólico en su territorio comprometería a unas siete generaciones”, recuerda Vicaire.

La compañía se convirtió en el vehículo que materializó esa alianza, gracias a la cual han alcanzado, hasta ahora, una participación del 50% en dos proyectos de energía eólica que suman 252 megavatios, y proyectan llegar a una capacidad instalada total de seis gigavatios.

Un gana-gana

Desde el principio, la compañía apostó por un proceso verdaderamente participativo con los miembros de las tres comunidades, un esfuerzo que poco a poco comenzó a dar frutos. Consultaron a la gente sobre las zonas destinadas a la caza, la recolección de plantas medicinales y las áreas de cultivo, y les explicaron qué es una turbina y cómo impactaría el uso de la tierra.

“Aquí no vino un desarrollador a imponernos un proyecto. Fuimos nosotros quienes tuvimos la visión de crearlo, con una ganancia 50/50, no solo en lo financiero, sino también en la gobernanza”, explica Vicaire.

La construcción de la primera granja eólica comenzó en 2013, en asocio con Hidro-Quebec, empresa que genera, transmite y distribuye electricidad en Canadá, y entró en operación a finales de 2016.

Desde el inicio, la compañía se esforzó por comprender la visión de las comunidades y apostó por una relación basada en la confianza, a pesar de que no contaban con opciones financieras de gran escala ni capacidad de endeudamiento. Hidro-Quebec accedió a financiar la participación de las comunidades. Si bien se sabía que inicialmente percibirían un ingreso menor, se acordó que a medida que avanzara el proyecto, la distribución llegaría a un 50/50.  

Para la segunda granja eólica, la MMBC ya contaba con capacidad interna y capacidad de endeudamiento, por lo que decidieron que su socio no tendría que aportar más dinero que su compañía, y que la participación sería equitativa. En otras palabras, buscaban un gana-gana.

Lecciones para Colombia

Tras 15 años de experiencia, Vicaire destaca dos lecciones que podrían servir a Colombia para que la transición energética integre a las comunidades en el negocio y abra una oportunidad de transformación económica sostenible.

La primera lección es la aceptación social, fundamental para que las comunidades se involucren en la participación financiera. La segunda es que tomar control de la gobernanza de los proyectos asegura que su voz sea escuchada y que ese 50/50 sea real. “Si las personas están dispuestas a otorgar participación equitativa a estas comunidades, también deben estar listas para que sus miembros se involucren activamente”, señala.

El desafío también radica en encontrar socios corporativos dispuestos a invertir más tiempo y recursos de lo habitual: construir confianza, diseñar proyectos de manera colaborativa e incluso apoyar a la comunidad a conseguir el capital necesario para participar.

Escucha la conversación entre Fred Vicaire y Juan Dumas.

 

Etiquetas destacadas