En Colombia crece la preocupación por el estado actual de las capacidades de inteligencia. La alerta viene de tiempo atrás, pero se reforzó tras el escándalo por los presuntos nexos entre el Estado Mayor de Bloques y Frente (la disidencia comandada por ‘Calarcá’), miembros del Ejército y la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), revelado por Noticias Caracol.
“Lejos de ser un tema aislado, el deterioro en esta materia afecta la seguridad nacional, la lucha contra los grupos armados y el crimen organizado, la precisión operacional e incluso la estabilidad institucional”, asegura Javier Flórez, director del área de Conflicto y Seguridad de la FIP.
Hoy, el ecosistema de inteligencia enfrenta, por lo menos, seis fallas estructurales que deben ser discutidas con seriedad.
Desmantelamiento del talento humano
La salida acelerada de oficiales y suboficiales expertos, producto de llamados a calificar servicios y retiros anticipados, ha golpeado el corazón del sistema. La inteligencia depende de continuidad, experiencia y memoria institucional. Cuando se pierde ese capital humano, la curva de aprendizaje se reinicia y el tiempo corre en el marco de un contexto bastante complejo para el país.
La reducción del presupuesto de inversión en las Fuerzas Militares
La disminución de fondos se traduce en una menor capacidad para modernizar sensores, plataformas y redes, un debilitamiento de capacidades estratégicas y de vigilancia técnica, y un rezago en las capacidades de ciberinteligencia. Además, esto genera un impacto en la adquisición de hardware y software estratégico.
No hay que olvidar que sin inversión no hay inteligencia. Y sin inteligencia, las operaciones se vuelven más riesgosas e inciertas.
Politización de la DNI:
La Dirección Nacional de Inteligencia debería ser un órgano civil, técnico y profesional, blindado de presiones políticas. Sin embargo, la creciente intromisión en asuntos internos de las FF.MM., la falta de claridad en prioridades y la pérdida de confianza institucional han generado un ambiente de incertidumbre en el ecosistema de inteligencia.
“Cuando este sector se politiza, deja de producir información certera y empieza a producir conveniencia política. El costo es enorme y nos devuelve a las épocas de la crisis final del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS)”, explica Flórez.
Debilitamiento de la doctrina conjunta
Durante años, esta doctrina permitió integrar las capacidades del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea a nivel operativo (muchas veces, en profunda coordinación con Policía) para producir inteligencia convergente y operaciones de precisión. Hoy se percibe su desmonte progresivo, representado en menos interoperabilidad, menos misiones conjuntas y pérdida de estándares de flujo de información. Sin doctrina conjunta, cada fuerza opera en compartimientos y la inteligencia pierde eficacia.
Las tensiones en la cooperación internacional
Los vínculos con Estados Unidos e Israel, dos de los aliados históricos más importantes en materia de inteligencia técnica, ciberseguridad, lucha antinarcóticos y contra el terrorismo, están enfrentando dificultades geopolíticas y diplomáticas.
Esto puede impactar en una disminución en el intercambio de información, el apoyo en generación de capacidades técnicas, restricciones en transferencia de tecnología, frenos en programas de entrenamiento avanzado y desconfianza general. Un país como Colombia no puede darse el lujo de debilitar sus alianzas estratégicas en inteligencia.
Inteligencia financiera, en crisis
La Unidad de Información y Análisis Financiero (UIAF), que debería ser un pilar de confianza internacional, ha perdido credibilidad y cooperación con sus pares globales, más allá de sus debilidades históricas.
Eso afecta directamente la capacidad de seguir el dinero de las economías ilegales, rastrear lavado de activos y desarticular redes financieras criminales. Sin inteligencia financiera robusta, el crimen organizado respira con tranquilidad y seguimos sin afectar lo que verdaderamente les duele: su dinero.
Para el director del área de Conflicto y Seguridad de la FIP, la suma de estas seis tendencias dibuja un panorama preocupante. “Colombia está enfrentando actores criminales más fragmentados, móviles y sofisticados, con finanzas globalizadas y capacidad de cooptar territorios. No es viable enfrentar ese escenario con un sistema de inteligencia debilitado, politizado y desfinanciado. Se necesitan propuestas contundentes y urgentes, sin politizar el debate”, señala Flórez.