FIP Opina / 25 de agosto de 2024 / Tiempo de lectura: 14 min.

Coca a precio de huevo: ¿por qué un kilo ahora vale menos de 2.000 pesos? Entrevista

El precio de una cosecha del cultivo que más ha marcado la dramática historia reciente del país llegó a su nivel más bajo. Nuestra investigadora, Ana María Rueda, le explicó a la Revista Cambio en esta entrevista las consecuencias de esta situación.

Esta entrevista se publicó el 25 de agosto de 2024 en cambiocolombia.com Leer entrevista original
Programa de Sustitución de Cultivos.
Programa de Sustitución de Cultivos. © Colprensa
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    Ana María Rueda R. Coordinadora de la línea de política de drogas

Hoy en Colombia, una arroba de hoja de coca apenas vale 20.000 pesos. Se trata del precio más bajo de la cosecha del cultivo que más dramáticamente ha influido en nuestra historia en el último medio siglo. ¿Por qué se llegó a este valor? ¿Qué significa que su costo esté hoy por debajo de, por ejemplo, una bandeja de huevos? Ana María Rueda, coordinadora de la línea de política de drogas de la Fundación Ideas para la Paz (FIP) y una de las mayores expertas en el tema, da las respuestas en esta entrevista con CAMBIO.

CAMBIO: El precio de la hoja de coca está en sus niveles más bajos en Colombia. ¿Es un fenómeno local o es una situación global?

Ama María Rueda: Es solo en Colombia y nadie tiene la respuesta concreta. Tenemos una serie de indicios o de factores que sabemos que tienen relación con la crisis, pero no hemos podido explicarla completamente ni contamos con suficiente información para ver cómo se relaciona con los mercados globales.

CAMBIO: ¿Cómo es el comportamiento de los precios en los demás países?

A.M.R.: El precio de la hoja también ha disminuido en Perú y Bolivia. La coca también debería haber bajado en las calles de Europa y Estados Unidos, como de hecho ha ocurrido, pero no en la misma medida que en Colombia.

CAMBIO: ¿Este descenso es de ahora?

A.M.R.: No. En realidad, en Colombia viene desde mediados del año 2021. En primer lugar, fue en El Catatumbo, donde comenzaron las noticias al respecto. Las familias campesinas empezaron a decir: "Nos estamos muriendo de hambre, no nos están comprando la coca".

CAMBIO: ¿Morir de hambre?

A.M.R.: Hay que entender que en regiones de Colombia como algunas del Catatumbo, muchas familias dependen económicamente 100 por ciento de la coca. Para su subsistencia, es muy delicado cuando pierden el negocio. Tanto así, que el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas publicó el año pasado un informe que indicaba que la "crisis de la coca" representaba una agudización de la inseguridad alimentaria en algunos territorios en Colombia.

CAMBIO: ¿Qué pasó tras detectar lo ocurrido en Catatumbo?

A.M.R.: Algunos investigadores que trabajamos en el tema empezamos a indagar para saber qué estaba pasando. Lo que hemos logrado construir a partir de la información recogida es que el fenómeno empezó en Catatumbo y después se extendió a todo el país. Pasó a territorios en frontera: Putumayo, Nariño y Cauca. Finalmente, afectó todo el país. Entre los años 2022 y 2023, dependiendo de la región, el precio estuvo en su nivel más bajo. Las familias vieron cambiar sustancialmente la economía de la coca, ya que tanto el precio de la hoja de coca como el de la pasta básica de cocaína se redujeron a la mitad en todo el país en 2023.

CAMBIO: ¿Con un precio así no es natural que haya muchos compradores sacando provecho?

A.M.R.: No. Con muchos o pocos compradores, se paralizó la compra y el precio se desplomó de forma generalizada. Fue un golpe muy duro para la economía de estas familias por todo el contexto. ¿Por qué? Ya no les están comprando como en las épocas de las Farc. En esos tiempos, había un mercado más regulado por el control que esta guerrilla ejercía en las zonas de los cultivos. Las personas sabían cuándo les compraban, cuánto les pagaban y quién lo hacía.

CAMBIO: ¿Entonces qué pasó?

A.M.R.: Después de la firma del Acuerdo de Paz, viene una reconfiguración del control territorial por parte de varias estructuras armadas, todo en un contexto de crecimiento del cultivo de coca y de producción de cocaína, que es la antesala de esta "crisis de la coca". Comenzó a suceder que no llegaban a comprarles, no sabían quién les compraba, y todos estos cambios produjeron una sacudida en el mercado que terminó afectando a las familias de cultivadores.

CAMBIO: ¿No podría pensarse que eso es bueno para el país?

A.M.R.: La crisis es buena en la medida en que se constituye en una oportunidad para activar o consolidar otras economías en territorios con coca. No sé si este Gobierno logre avances, pero es una tragedia humanitaria para las más de 400.000 familias que dependen de estos cultivos. Es difícil vender la hoja porque los campesinos no saben a quién están vendiendo, y eso depende del control territorial que ejerza X o Y grupo armado. La zozobra para ellos es cotidiana. En general, las compras son muy intermitentes. El campesino se queda con la coca o la pasta básica guardada, y cuando finalmente logra venderla, es a la mitad del precio anterior. Entonces, tienen que buscar nuevos ingresos con actividades tradicionales, cuya comercialización es difícil. Se facilita el reclutamiento por parte de grupos armados porque hay muchas personas, sobre todo jóvenes, sin empleo. Esta situación económica tan precaria de la población rural cocalera la hace más vulnerable al control de los grupos armados.

CAMBIO: En su concepto, entonces, ¿este contexto no significa que vayamos a salir de un problema histórico?

A.M.R.: La "crisis de la coca" parece ser la salida fácil, pero no lo es ni lo va a ser porque este negocio, aunque con otros precios, no se va a ir de Colombia. Colombia ofrece las condiciones perfectas para el narcotráfico y, después de años de políticas de drogas, esas condiciones no han cambiado. Como consecuencia, tenemos poblaciones enteras cuya economía depende o se relaciona con la economía de la coca. No podemos entonces tapar el sol con las manos. Esta no es la primera crisis de la coca, aunque por ahora sí la más larga.

CAMBIO: ¿Hoy hay sobreproducción de hoja de coca?

A.M.R.: Sí. Desde hace años, venimos experimentando picos en el cultivo de coca y en la producción de cocaína que son históricos. En 1999, cuando arrancó el Plan Colombia, había 178.000 hectáreas sembradas en el país. Con Duque, cuando asumió la presidencia, ya estábamos en 180.000 hectáreas, y con una clara tendencia al alza.

CAMBIO: ¿Duque no redujo los cultivos?

A.M.R.: Logró reducirlos un poco, pero por un tiempo. Actualmente, seguimos en esas cifras. La cifra oficial de 2022 fue de 230.000 hectáreas según el monitoreo de coca que realiza la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), lo que significa que tenemos más coca que nunca. Además, tanto Perú como Bolivia también han aumentado su producción, lo que ha contribuido a una sobreproducción mundial.

CAMBIO: Es decir, ¿la sobreproducción es general?

A.M.R.: Sí. En la actualidad, existe una sobreproducción de coca en el mundo. Además, en países como Honduras, Guatemala, México, Venezuela y posiblemente Ecuador están incursionando en el cultivo de coca. La productividad de la hoja de coca también ha aumentado sustancialmente. Esto ha llevado a que en 2022 UNODC haya reportado una producción potencial de cocaína de casi 1.800 toneladas.

CAMBIO: ¿Eso es mucho? ¿Comparado con qué?

A.M.R.: Es cinco veces lo que teníamos en los años 90.

CAMBIO: ¿Será que hoy se consume menos cocaína por el auge del fentanilo?

A.M.R.: Es cierto que el fentanilo ha ganado auge desde hace algunos años y que algunas personas lo consumen junto con cocaína, pero no es cierto que un consumidor de cocaína haya reemplazado un producto por otro. Los estudios muestran que son consumos muy distintos. Sin embargo, el gobierno ha contribuido a que ese mensaje, al menos en Colombia, se asiente. Cuando comenzó la crisis, Petro y Felipe Tascón (exdirector del programa de sustitución de cultivos del Gobierno) usaron ese argumento para explicar la "crisis de la coca", dejando la idea de que la coca ya no era importante porque el fentanilo estaba en auge, lo cual es un error.

CAMBIO: ¿Por qué esa narrativa?

A.M.R.: Lo que está ocurriendo le conviene a Colombia porque Estados Unidos tiene su foco en el consumo de fentanilo, lo que puede llevar a pensar que le presta menos atención a la coca. Eso lo ha interpretado bien Petro y, de alguna manera, creo que le ha permitido mantener en buenos términos la relación bilateral con Estados Unidos. También se esgrimen otros factores que han contribuido a la crisis, como las incautaciones, que algunos actores consideran que desincentivan el tráfico y afectan la comercialización local. Yo no tengo evidencia que demuestre impactos de la incautación en la economía local de la coca, pero es una hipótesis que se maneja.

CAMBIO: El Gobierno muestra aspectos positivos por las incautaciones. ¿Cómo valora usted esto?

A.M.R.: La cuestión es: si uno de los objetivos clave de la política de drogas es incautar mucho, primero habría que ver qué significa incautar mucho y para qué lo sirve. Las personas en el territorio creen que las incautaciones están generando un desincentivo al tráfico y que eso está afectando la comercialización a nivel local. Yo no lo creo, pero también lo dicen. No sé, de pronto puede tener algo que ver, pero lo dudo.

CAMBIO: La presencia de nuevos actores armados, disidencias de disidencias, ¿cómo afecta los cultivos?

A.M.R.: Algunos analistas creen que la conflictividad en Colombia es otro factor que contribuye a la "crisis de la coca". Es decir, el aumento de las disputas entre grupos armados o las nuevas formas de control territorial en distintas áreas tienen efectos en la comercialización.

CAMBIO: ¿Los traficantes compran hoy la coca en otros mercados?

A.M.R.: Esas dinámicas nuevas, en muchos casos violentas, que se están produciendo en Colombia no le interesan a los traficantes internacionales. Por lo tanto, compran menos en Colombia porque hay mucha cocaína en otros lugares. No he podido probar esto, tiene sentido, pero no lo puedo demostrar porque no tengo acceso a la información necesaria. He intentado buscar información de inteligencia o indicios, pero no los encuentro, aunque el argumento también tiene lógica. Bueno, creo que por ahora esas son las hipótesis. La más importante es que es la sobreproducción. Yo creo que de ahí en adelante enfrentamos un escenario con mucha incertidumbre.

CAMBIO: ¿Cuántas hectáreas tiene hoy Colombia sembradas de coca?

A.M.R.: Hay un censo oficial de coca que realiza Naciones Unidas y que se publica todos los años, supuestamente a mitad de año, pero cada vez se demora más. Ahorita seguramente lo publicarán el próximo mes, y ese censo refleja la cifra del año anterior. Estamos a la espera de la cifra de 2023. La cifra de 2022 fue de 230.000 hectáreas.

CAMBIO: ¿Y cuántas hectáreas tiene Perú y cuántas Bolivia?

A.M.R.: Perú debe tener alrededor de 98.000 hectáreas, según el último censo, y Bolivia unas treinta y pico mil. Estos países han aumentado ligeramente sus cultivos en los últimos años.

CAMBIO: ¿En el imaginario de la gente, se asocia a quienes cultivan coca con narcotraficantes que tienen mucho dinero?

A.M.R.: Esa percepción ha cambiado. El gobierno de Petro ha mejorado bastante en ese aspecto, tiene un enfoque diferente en sus discursos y mensajes. Han hecho varias campañas para acercar a las familias campesinas y a la sociedad en general a la realidad de la coca, aunque no siempre son muy notorias.

CAMBIO: Con lo estigmatizados que han estado, ¿cómo es un cultivador promedio de coca en Colombia, según su experiencia?

A.M.R.: Es como cualquier otro de nuestros campesinos. Por ejemplo, en Putumayo, que he estado conociendo un poco más en los últimos meses, es evidente que la coca es parte de su cultura. No es algo mal visto; de hecho, hablan tranquilamente sobre sus cultivos. Ellos ganan lo mismo o un poquito más de lo que ganarían con cualquier otro producto agrícola.

CAMBIO: ¿Cuántas hectáreas producen al año?

A.M.R.: De acuerdo con los rendimientos, suelen tener cuatro cosechas al año. Un campesino gana lo que ganaría con cualquier cosecha, es decir, algo similar a un salario mínimo al mes. No es que ganen demasiado con la coca.

CAMBIO: Pero, ¿la coca sí es muy importante para ellos?

A.M.R.: A esas comunidades, lo que la coca les ha proporcionado siempre es estabilidad económica. Eso es lo que hacía la diferencia antes de la crisis. Sabían que en el mes cuatro, cuando recogían la hoja, venía alguien a comprarla en la puerta de su casa o en un punto de encuentro, y les pagaba. Incluso, a veces les ayudaban con la inversión, y así todo el ciclo continuaba. Ahora es distinto.

CAMBIO: En el imaginario de muchos, se cree que los cultivadores de coca son ricos. ¿Es así?

A.M.R.: Son campesinos humildes que mueven la economía de sus pueblos. Compran en el mercado como cualquier familia y alimentan una cadena económica que moviliza a nivel municipal. Nadie se hace rico con eso, pero sí movilizan la economía local. Lo que da realmente dinero es la cocaína, que es la coca en su última etapa de procesamiento o transformación. Esa no la produce el campesino. Eso ya es otro rol distinto, que son los narcos.

CAMBIO: Pero, ¿un campesino nuestro qué gana entonces?

A.M.R.: Como cualquier campesino que vende sus arrobas de plátano, ganan lo que ganarían con cualquier otro producto agrícola, quizás un poquito más y con mayor estabilidad. Hoy en día, la mayoría de los campesinos ya no producen coca directamente, sino pasta básica, que es un paso intermedio hacia la producción de cocaína.

CAMBIO: ¿Cuánto vale una arroba de coca?

A.M.R.: Depende de la región, pero una arroba debería estar en 30.000 - 40.000 pesos. Desde la crisis, en algunas regiones ya se ha llegado a comprar en 20.000 pesos. Hoy en Colombia no existen grandes cultivadores de coca como los que hubo en la época de Pablo Escobar. El negocio ha sufrido una gran metamorfosis. Hoy en día muchas familias campesinas tienen pequeñas parcelas de coca, a veces menos de una hectárea.

CAMBIO: ¿En qué regiones de Colombia se siembra coca?

A.M.R.: En Catatumbo, Putumayo, Nariño, Cauca y Antioquia. Hay otras regiones con menor cantidad de cultivos en los departamentos de Chocó, Córdoba, Meta, Guaviare y Vichada. En el pasado, estas regiones tenían más coca, pero con el Plan Colombia hubo una reducción importante. También en Magdalena Medio, donde se encuentran Boyacá, Antioquia, Córdoba y Santander, hay coca, aunque en menor medida que antes.

CAMBIO: ¿Está el negocio más atomizado?

A.M.R.: Con el auge de la atomización de grupos armados irregulares, el negocio se ha fragmentado. Cada grupo tiene control sobre ciertas áreas con cultivos. No es como en la época de las Farc, que regulaban el mercado, pero no eran dueños del negocio. Ahora, los grupos armados controlan todo el proceso en las zonas bajo su influencia, desde la compra de la coca hasta la cristalización en laboratorios y la venta.

CAMBIO: En este bajonazo del precio de la coca, ¿el país también está llegando tarde a otras alternativas como su venta para uso medicinal o en tés, como hicieron en Perú?

A.M.R.: No es que haya habido un gran negocio de coca legal en Perú o Bolivia, aunque en esos países la coca es parte de su tradición y cultura. En Colombia no hemos seguido ese camino; somos muy estrictos con los compromisos internacionales, y los tratados sobre drogas son muy duros con el uso de plantas como la coca, la marihuana o la amapola. Lo que hacen en Perú y Bolivia también está prohibido a la luz de la normatividad internacional, pero lo hacen igual.

CAMBIO: ¿Por qué cree usted que un gobierno como el del presidente Petro, que tiene una visión tan distinta, no ha logrado articular nuevas políticas frente a la coca?

A.M.R.: La curva de aprendizaje de los funcionarios ha sido larga y difícil. Llegaron sin experiencia previa en la administración pública, y eso les ha afectado. Además, ha habido muchos cambios en los ministerios y en las entidades encargadas de las drogas. Ante la alta complejidad de esta situación, en cuatro años es difícil hacer cambios si no hay estabilidad.

CAMBIO: ¿Colombia tiene las herramientas estatales para presentar una nueva política frente a los cultivos ilícitos?

A.M.R.: Al día de hoy, no. La institucionalidad colombiana es terriblemente dispersa. Un cambio estructural requeriría una institucionalidad con músculo, presupuesto y autonomía. Este país ha tratado de implementar políticas, pero sin una estructura sólida. Este problema no es exclusivo del gobierno de Petro, ha pasado con todos. Además, la seguridad en los territorios sigue siendo un obstáculo muy grande para cualquier intento de cambio.

 

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