FIP Opina / 20 de agosto de 2024 / Tiempo de lectura: 4 min.

Oxígeno para la Paz Total

¿Qué hacer para evitar el fracaso estruendoso de la Paz Total de cara a la mitad del camino que le falta recorrer al Gobierno?

Esta columna se publicó el 20 de agosto de 2024 en ideaspaz.org Leer columna original
Consejero Comisionado de Paz, Otty Patiño, en debate de control político.
Consejero Comisionado de Paz, Otty Patiño, en debate de control político. © Colprensa
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  • Andrés Preciado R.
    Andrés Preciado R. Director de área

A propósito de los dos años del gobierno de Gustavo Petro, los análisis han señalado una y otra vez los errores y problemas metodológicos en la concepción e implementación de la estrategia de negociación y diálogo con los grupos armados y la criminalidad. Pensando en lo que queda de mandato, es un hecho que la Paz total seguirá siendo una de las principales banderas en la agenda política y que la situación de conflicto y seguridad del país necesita de avances y resultados.

¿Qué hacer para evitar el fracaso estruendoso de la Paz Total de cara a la mitad del camino que le falta recorrer al Gobierno?

Más allá de la discusión pública sobre la falta de claridad en el alcance (que debería ser el desarme) y los obstáculos jurídicos de las mesas de diálogo, hoy tenemos tableros de negociación abiertos con el ELN, el Frente Comuneros del Sur en Nariño, el 40% del Estado Mayor Central, la Segunda Marquetalia, el Clan del Golfo, las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada y tres capítulos urbanos en Medellín, Quibdó y Buenaventura. Y en todas las regiones en donde operan estos grupos hay voces y clamores por avanzar en mitigar la violencia y concretar resultados en las conversaciones.

La Paz Total empezó siendo una idea global y soñadora que ha aterrizado en una paz más territorial y acotada, luego de la crisis permanente en la que opera. Incluso hoy podemos decir que es una paz de sometimiento, pues la mayoría de los tableros van por esa ruta de negociación, salvo el ELN, la Segunda Marquetalia y el Estado Mayor Central. Ese vuelco de tuerca para lograr avanzar así sea de manera parcial, se ha convertido en la apuesta más realista a estas alturas.

Darle algo de oxígeno a la Paz Total implica reconocer que con la nueva Fiscal General se reactiva la posibilidad de dar claridad a la ruta jurídica que podría concretar el sometimiento o la sujeción a la justicia de los miembros de los grupos (no políticos) y bandas con los que se negocia. Acá es clave su pronunciamiento sobre cómo ve las herramientas actuales, qué se requiere para una nueva legislación (que no es lo ideal por el tiempo) y, por supuesto, que empecemos a ver hechos concretos de trabajo conjunto con el Gobierno en esta materia.

Pedir al Gobierno que acote las mesas, que recomponga la Paz Total o que cambie de rumbo es una quimera. Algo más razonable es que le dé un giro a la actitud con la que está enfrentando las negociaciaciones"

Es una realidad que en medio de violencias irregulares y complejas como las que enfrenta Colombia, el ritmo del conflicto lo marquen los grupos armados y su iniciativa operativa. Por eso, la respuesta del Estado siempre tendrá algo de carácter reactivo, salvo por lo que pueda lograr con inteligencia anticipativa. Pero lo que sorprende en la Paz Total es que el ritmo de la paz lo están determinando los grupos y ahí si el Estado tiene margen para modificar su actuar y recuperar los ritmos de las negociaciones.

Estamos a tiempo para que el Gobierno establezca metas concretas y líneas rojas de cara al final del periodo presidencial en las distintas mesas, lo que decantará voluntades e intereses reales.

Las comunidades en las regiones más afectadas por el conflicto esperan ver que la promesa de alivios humanitarios y mejoras en las condiciones de seguridad se concrete. Eso pasa por desescalar los enfrentamientos entre grupos, avanzar en las ofensivas militares del Estado que pretenden recuperar territorios y contrarrestar el dominio que en algunas zonas tienen los armados. Incluso si eso implica que las propuestas de desarrollo territorial queden relegadas, entendiendo que el tiempo ya no juega a favor de estos cambios.

Todo esto requiere una reflexión interna en el Gobierno y algo de autocrítica, que parece no ser lo usual, aunque dadas las condiciones cuesta creer que se piense que la Paz Total va bien. Si no se hacen ajustes, el legado de la presidencia de Gustavo Petro lejos de ser la paz total será la guerra total, el fortalecimiento de los grupos armados y el portazo a la posibilidad de negociaciones de paz en el futuro.

Del oxígeno que tenga la Paz Total en estos dos años dependerá que su epílogo no sea, por contradictorio que parezca, un Clan del Golfo en 2026 fortalecido en su capacidad de golpear al Estado y años de militarización y mano dura como respuesta a los conflictos armados.

 

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